Marruecos: días 11 y 12

Ayer Marisa me levanto a LAS SIETE DE LA MAÑANA. Lo que es viajar con una persona que no duerme 😂. Desayunamos capuccino y pain au chocolat (yo, ella fruta y yogurcitos) y partimos a Jardín de Majorelle, un jardín botánico que compró el diseñador Yves Saint Laurent en ruinas y restauro con su mucho mucho dinero. Cuando falleció en el 2006 fue donado a una fundación con su nombre. Adentro del jardín, que es hermoso, hay un museo berebere con sus elementos, sus armas, sus joyas y su ropa exhibidos, y una boutique con diseños inspirados en Yves que tiene precios de ventas de casas.
Marisa debio haber sacado 600 fotos. Sabemos lo que le gustan las plantas. «esta La tengo yo en el campo» decía cada tanto, o «yo puedo hacer algo así en el campo».
Cuando salimos de Majorelle fuimos a un palacio cuya entrada costaba 10 Dirhams (barato) y jugamos a ser dueñas de él y pensar que haríamos con todas esas habitaciones. Muchas no tenían hogar, creemos que en esas vivirían los discriminados, muertos de frío en un palacio que no era de ellos.
Luego, comimos un Panini con ensalada al lado de La Medina, y después Marisa por fin encontró sus polvos para pintar paredes. Al tipo le caímos bien así que nos regalo té de menta. Le contamos que dentro de La Medina el polvo salía 10 dirhams por gramo (él lo tenía a 2)
Cuando Marisa tuvo sus polvos, caminamos hacia las tumbas saadíes, pero todas nos parecieron iguales. Huimos para tomar el café tan deseado. Acariciamos unos caballos en el camino. Fuimos a Zara, porque una ida a ese sitio nunca es suficiente.
Por La noche, comimos shawarma y fuimos al hotel a mirar un programa español en el que los hijos humillan a sus padres. Nos dormimos con La música del boliche de al lado.
Hoy por La mañana, nos levantamos tardíamente (8:00) y yo amanecí con dolor de garganta (gracias a esas amígdalas que me niego a extirpar hace 7 años), desayunamos pain au Chocolat, té de menta, capuccino. Convenci a Marisa e ir al spa el hotel, donde ella se hizo manicura y pedicura y yo disfruté de un masaje de 50 minutos que provocó una siesta. Mientras mí siesta de 10 minutos se desarrollaba, a Marisa le bajaba La presion en La calle. «Debió ser porque estuve quieta toda esa hora que me hicieron las manos, a mí me hace mal estar quieta» me pareció absurdo en el momento, pero teniendo en cuenta su energía, le creo.
En mi masaje, me llenaron el pelo de aceite de Argán. «Good for your hair» me dijo La piba. Lástima que no sabía que mí pelo tiende a graso; en dos minutos parecía que no me bañaba hace una semana.
El pelo engrasado lo soporte todo el almuerzo, todo el café y todo el tiempo que estuvimos en Zara buscando abrigo para Madrid (mañana, 2 grados) hasta recién, que llegamos al hotel y mi madre me lo lavó en el baño de discapacitados. «La gente fina, para hacer estas cosas, paga medio día más de hotel, Martina. Acordate para cuando seas fina» dijo. Y sí. Todavía el pelo me chorrea agua.

En una hora salimos a Tánger, para mañana cruzar a Madrid y emprender La vuelta el martes. Adiós a Morocco, al francés, a los Tajín (comida en ollitas de barro), al té de menta y a La calidez de los marroquíes 💙 amo este lugar.

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